Voluntarios mallorquines devuelven la sonrisa a Senegal

La ONG mallorquina de dentistas ‘Amigos de Buba’ viaja todos los años al pequeño poblado senegalés de Warang para paliar el déficit de salud dental que afecta a su población, la cual, en su mayoría, tiene que acogerse a la labor de este tipo de organizaciones ante la necesidad de un tratamiento bucodental

La llegada a Warang

Marta Bernal revisa la dentadura de una alumna del colegio de Sidibougou, cerca de Warang, mientras una compañera sostiene una muestra de flúor. Debido a la alta salinidad del agua y la nula fluorización, estas visitas médicas se vuelven fundamental para evitar las caries de la población más pequeña.

“Impresiona llegar a Warang y ver a sus gentes”, describe Suso Álvarez, el presidente de Amigos de Buba, una pequeña ONG mallorquina que viaja dos veces al año a Senegal para tratar los problemas dentales de la población que no tiene acceso a dentistas. “Es la grandeza de su espíritu en su lucha contra la adversidad, esa pobreza insultante que ningún ser humano debería padecer en el siglo XXI”, continúa.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en África el porcentaje de odontólogos por habitante es de aproximadamente uno por cada 150.000 personas, frente a uno por cada 2.000 en la mayoría de los países desarrollados. Este déficit, en conjunto con la pobreza, la falta de infraestructuras y de educación dental, más el consumo de azúcar, hacen mella en la población de Senegal, es común verles con caries, infecciones y falta de piezas dentales.

“El 50% de la salud dental de la población depende de las ONGs”, confiesa Pape Seni Bassane, presidente del Comité del Desarrollo Sanitario de Warang, quien explica que el tratamiento bucodental de una persona puede perfectamente suponer el 50% de los ingresos de una familia. “La salud dental de Senegal es catastrófica”, sentencia.

Un tratamiento bucodental puede suponer el 50% de los ingresos de una familia, afirma Pape Seni

Se ven muchas calles polvorientas al llegar a Warang, un pueblo localizado en el Ayuntamiento de Malicounda, a 70 km al sureste de Dakar, la capital de Senegal. Hay solo una calle asfaltada, que es la que comunica con el resto de los pueblos, pero las demás vías son solo calles polvorientas donde más de algún vehículo –normalmente con exceso de carga– se ha quedado atascado.

Los niños se acercan curiosos y sonrientes ante la llegada de estos extranjeros, algunos hombres se acercan a ayudar y las mujeres, ataviadas con vestidos de llamativos colores, siguen su camino mirando de reojo. Pronto se empezará a correr la voz de la llegada de los dentistas.

Amigos de Buba es una ONG que se compone casi en su totalidad de voluntarios mallorquines, complementada con peninsulares que viven en Mallorca como también de personas que tienen una conexión especial con la isla. Suso, por ejemplo, es de León, pero ha vivido 39 años en Mallorca y hoy en día tiene su consulta en el Port d’Alcúdia. Gabi Espinoza, un protésico que ha estado desde un principio en la ONG, es argentino-malagueño-mallorquín; vive en la isla desde 1991 y es profesor en ADEMA, la única escuela de prótesis dentales de Palma.

El núcleo principal de este grupo de voluntarios son dentistas, pero éstos son complementados por profesionales de distintas áreas, como doctores en medicina general, ginecólogos, matronas y dermatólogos, como también de profesoras de secundaria, periodistas, publicistas e incluso estudiantes universitarios y de secundaria. Viajan dos veces al año –en mayo y en noviembre–, y en su último viaje fueron 24 personas, casi todos amigos o con amigos en común.

“Es el hallazgo más valioso e inesperado de mi vida”, confiesa sobre el terreno Esperanza Rechach, profesora en el IES de Capdepera. “Fue un auténtico despertar social que me llevó a regalar, a quien más lo necesitaba, la mejor versión que uno puede tener de sí mismo”, reflexiona.

Educación y azúcar

Retrato de un niño senegalés que espera su turno para ser atendido.

Día a día el hospital de Warang se va llenando de gente. Hay que atender a muchos pacientes, ya que debido al alto coste de los tratamientos y la pobreza de la población local –el 46,7% de los senegaleses vive bajo la línea de la pobreza según datos del Banco Mundial–, muy pocas personas se pueden permitir un tratamiento dental y muchos han viajado varios kilómetros para poder atenderse.

Para Pape Seni Bassane, el mayor problema es la falta de educación, ya que en Senegal no hay una estructura educativa para instaurar una cultura del cuidado de los dientes. “Más del 70% tiene problemas dentales”, reconoce el presidente del Comité del Desarrollo Sanitario de Warang, manifestando que el consumo de productos azucarados es la causa principal de los problemas dentales. Pero esto no deja de ser una estimación, ya que, según confiesa, no existen estudios que avalen esta conjetura.

La corriente eléctrica es escasa y los dentistas trabajan con las luces de sus teléfonos móviles

Sin embargo, según los dentistas de Amigos de Buba, las caries que encuentran son consecuencia principal del consumo de bebidas azucaradas. “Los azúcares libres se metabolizan muy rápido en la boca, y sobre todo los de las bebidas que tienen azúcar y gas que se quedan impregnados en los dientes”, explica Marta Bernal, odontóloga del Port d’Alcúdia y cooperante en Warang, añadiendo que en un país musulmán como Senegal, el consumo de té con grandes cantidades de azúcar afecta la salud dental de los senegaleses.

“Cada vez [la población] llega a consumir más productos procesados, que son los más baratos, y tienen un cambio de alimentación pero sin tener la educación de higiene o medidas preventivas para evitar la enfermedad”, expone esta dentista mallorquina.

Senegal, al detalle

Buba vive una segunda oportunidad

Buba es un niño senegalés que estuvo a punto de perder la vida a causa de una osteomielitis multifocal, una enfermedad incurable en su país. Suso Álvarez y Gabi Espinosa lo conocieron mientras estaban de cooperantes en Missirah, su pueblo natal. Gracias a las gestiones del entonces diputado del PP Miquel Ramis y de la colaboración directa del hospital de Son Espases, se lo trajeron a Mallorca para su rehabilitación. A raíz de ahí, la ONG se fundó en 2014 para ayudarlo a él y a su familia en todo este proceso.

Después de cinco años, la labor filantrópica se ha extendido a la población más necesitada de Warang. Han creado un centro dental y médico donde se realizan sobre todo trabajos de odontología y prótesis dentales para las personas desfavorecidas del pueblo, como también trabajos de ginecología con labores preventivas de VIH, de control de la natalidad y atención de consultas médicas en general. Hoy en día han ampliado sus proyectos llevando agua al colegio Sidibougou, al centro médico de Falok, y han arreglado el centro médico de Mbaling.

Su financiación llega a través de donaciones de empresas como Farmacia Gelabert del Port d’Alcúdia, Grupo Quely, Transinsa-Asturias, Golf Alcanada, Air Europa, Cadenas hoteleras Elegance, Grupo Hotel, Viva Hotel, Safiro Hotel, el hotel Son Pauló de Can Picafort, Hidropark, Alcúdia Mar, el Ayuntamiento de Alcúdia y el The Academy School Santísima Trinidad de Palma, que es el colegio donde estudia Buba. Hoy en día, después de cinco años de rehabilitación y ya con 13 años, Buba se educa como un niño más en Mallorca y continúa con su rehabilitación.

A contra reloj

En el hospital el trabajo llega a ser maratoniano. Para aumentar el flujo de atención, se han aparcado un par de camiones-clínica donde se realizan operatorias dentales y endodoncias, además de una ambulancia para el traslado de enfermos que ha sido donada por Transinsa-Asturias. Los pacientes esperan ansiosos por un puesto en alguna de las cuatro viejas sillas dentales que se apilan en los pasillos del recinto, y los odontólogos fácilmente pueden llegar a atender hasta 150 personas por día. “Aquí he tenido pacientes a los que les he extraído doce dientes a la vez”, explica Enrique Llobel, dentista valenciano también presente en Warang. “No son atenciones normales”, concluye.

La corriente eléctrica es escasa y todos los dentistas trabajan con luces frontales e inclusive con las luces de sus teléfonos móviles para iluminar las bocas de los pacientes; los protésicos trabajan a contra reloj para finalizar las prótesis dentales, ya que la labor solo se puede concentrar en extraer dientes y crear prótesis. No hay tiempo para más, y cualquier exceso en el voltaje podría hacer saltar la luz, paralizar sus máquinas y retrasar su trabajo. Hay que ir con cuidado.

Trabajarán ocho días y son cientos los pacientes que se aglomeran para conseguir uno de los valiosos tickets de atención. Sin embargo, debido a la alta demanda, muchos no podrán ser atendidos y tendrán que esperar meses para una nueva oportunidad. Más de un voluntario ha llorado de impotencia.

“Uno quiere hacer más de lo que se puede”, confiesa Gabi Espinoza en referencia a esta circunstancia. Realizaron más de 40 prótesis en estos días trabajando hasta altas horas de la noche, y si el tiempo lo hubiese permitido, habrían hecho más. “Los que estamos más tiempo ya estamos más curtidos, pero el que va por primera vez siempre termina llorando de impotencia”, revela.

“En ocho días podemos llegar a ver hasta 700 pacientes”, declara Suso Álvarez. “Necesitamos la colaboración de más médicos, dentistas y protésicos”, afirma en relación con las necesidades más prioritarias de esta organización. No reciben apoyos económicos de instituciones y se financian gracias a la generosidad de sus socios y a la organización de eventos sociales. La labor caritativa de todos, especialmente de más facultativos, se vuelve fundamental.

“Sabemos que es una gota, pero algo de humedad aportará”, declara Álvarez, quien señala que el dolor que sufren están personas es algo que les puede llegar a paralizar el ánimo, pero con el solo hecho de que puedan nuevamente saborear sus alimentos ya es algo que les compensa. “Un pan recién horneado dentro de una boca sana es mucho más apetitoso que cualquier delicatesen Michelín”, concluye.

En las cálidas noches de Warang, ya con una cerveza en la mano y compartiendo los pormenores del día con los demás voluntarios, es común escuchar los sonidos de los tambores de fiesta que provienen de varios rincones del pueblo. En ese recuerdo de una imagen prácticamente bucólica, afloran las palabras de un voluntario sobre que la pobreza y precariedad de esta gente es combatida con bailes y cánticos ancestrales, con sonrisas espontáneas y sinceras. Malen Cirer Amer, profesora de secundaria del Instituto Berenguer d’Anoia de Inca, y que ha viajado a Senegal a ayudar como traductora de los voluntarios, recuerda emocionada como una paciente, a pesar de su pobreza, le regaló su mejor vestido. “Lo mejor”, según confiesa, “fue su sonrisa”.

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